sábado, 3 de abril de 2010

Bienvenidos al mundo de los predicadores

Lo mío con Arizona Baby fue amor a primera vista. Desde la primera vez que les vi en directo, en noviembre del año pasado, he estado esperando este disco como ningún otro. Después de ese concierto les abordé y me compré Songs to Sing Along, que aunque calmó mi ansia por volver a oírles, no hacía justicia a lo que acababa de ver. Entonces los Arizona se encontraban moviendo su segundo disco. Ha pasado casi un año, pero la espera ha merecido la pena.

Arizona Baby tocaron en El Búho Real. Allí nos desplazamos la crew de Mordor Sonoro con el doble propósito de entrevistarles y ver el concierto. Al final ni lo uno ni lo otro. Para el concierto estaba todo vendido y la entrevista la tuvimos que aplazar a diciembre, por falta de tiempo. No fue del todo tiempo perdido, ya que les pude comprar Second to None, un disco que ya me sabía casi de memoria de tantas veces que lo he escuchado en mi mp3.

«Shiralee» abre el disco y, con él, la caja de Pandora. Imposible resistirse. Recuerdo perfectamente lo mucho que me gustó esta canción la primera vez que la escuché, cuando Arizona Baby tocaron de teloneros de Diamond Dogs en El Sol (concierto que reseñamos en Mordor Sonoro). La guitarra hipnótica de Javi (¿una de 12 cuerdas, quizá?) y las percusiones de Marcos toman el ferrocarril de las 8:30 y se lanzan hacia adelante como un huracán. Entonces es cuando entra en juego Rubén, el tercero en discordia, echando vapor a través de sus seis cuerdas, dibujando volutas de humo blanco con su slide mientras la locomotora acelera.


«Shiralee». Vigila tu espalda, allí estaré.

Cuando esta canción termina ya estás atrapado en el universo de Arizona Baby. Un universo poblado por personajes guiados por una ética en blanco y negro, donde no existe el término medio. Un universo en el que las canciones pasan unas tras otras como fotos en sepia, impregnadas por la melancolía y nostalgia que desprende lo antiguo. Canciones que hablan de personajes, parafraseando a J. I. Lapido, de otro tiempo y de otro lugar y que, como ya han dicho muchos, podrían ser la banda sonora de cualquier road movie, actual o de época.

«A Tale of the West» es la primera canción que escuché en la radio. Las guitarras empiezan a dibujar melodías antes de que la palabra reggaetón se cuele en tu cabeza. Dejas volar a la imaginación para paladear una historia del Oeste americano, con un héroe que parece sacado de Sin perdón o El jinete pálido. Pero donde debería ver zarzas rodando y construcciones de madera, veo campos de cítricos, aloes de 50 metros y casas blanqueadas por capas de cal; cuando el polvo debería estar saturando mis fosas nasales, huelo una suave brisa proveniente del mar. Y es que «A Tale of the West» tiene un profundo aroma a Mediterráneo, gracias a la calidez de la guitarra de Rubén, que funde el sonido californiano con el flamenco, aspecto acentuado por el palmeo que acompaña a los últimos versos.


«A Tale of the West»

La propia portada del disco, que presenta un dibujo de María de Jesus de Ágreda evangelizando a los indios de México (obra de Mario Feal), nos induce ya a entrar en el mundo que Arizona Baby han creado a su alrededor. Una mística castellana con los indígenas del nuevo mundo ejemplifica cómo Javi, Rubén y Marcos han sabido adaptar un imaginario foráneo a su universo de fantasía. «Nuestro estado de Arizona no existe en el mapa. Todo lo idealizas, te inventas tu blues, te inventas tu country y te inventas tu rumba», comentaba Javi en una entrevista que les hicimos hace unos meses. Su universo es el mundo de los predicadores, pistoleros y truhanes de la meseta castellana. «¿Qué música asocias al Oeste? No asocias al irandés borracho con el violín dando patadas al suelo. Asocias a Ennio Morricone [...] y lo ha hecho un italiano en Almería». Si un italiano redefinió la música del oeste, ¿porqué no intentarlo tú mismo?


«Ouch!» de Second to None. Atención a las inspiradas percusiones de Marcos, acompañadas por el toque de Rubén con la guitarra solista.

Conseguir un universo propio no es sencillo. El artwork del disco, las hebillas, las plumas en el pelo, la actitud que Arizona Baby proyectan en escena son fundamentales. Pero no es sólo la imagen. Ese universo propio se teje con canciones majestuosas, gracias a lo evocador de las melodías y a los sugerentes arreglos que las decoran y definen. «X'd Out» evoca el desierto, cactos y serpientes de cascabel. El calor, asfixiante, no te deja ver; estás perdido y te dejas caer. De repente notas algo. El líquido se derrama por tu garganta y bebes con avidez. Entonces notas el amargor, el sabor del peyote pegándose al paladar. Ahora puedes oír los cánticos y ver al chamán. Ves su cara, vaporosa, surcada por arrugas que el tiempo ha esculpido con paciencia; oyes sus cánticos, irreales, invocando a los ancestros y guiándote a través del camino de los muertos. El viaje ha terminado.


«X'd Out», con el tema extra de regalo.

Bienvenidos al mundo de los predicadores de la meseta castellana. Bienvenidos a Second to None.

(Joven Frodo, recordcollectorsareassholes.blogspot.com)